Esta puede ser la historia de personas que como yo, nos encanta conversar, charlar, intercambiar ideas, chatear...
Puede más la palabra
Agustin Días Pacheco*
Caminaron durante toda la tarde, hasta que cayo la Oscuridad.
Eran dos conversadores natos, nacidos para dialogar sin desmayo.
No faltó tema que no abordaran. De la historia pasaron a la filosofía, y de la política a la sociología. Así hasta que llegaron a entremezclar muchas disciplinas, pero como un puzzle bien ordenado por la razón y la coherencia de los temas tratados.
Continuaron andando, charlando sin límite. Ya se hacia de noche y
Comenzaron a andar por encima de un puente en construcción.
A veces se detenían, se miraban frente a frente y dialogaban con mayor fluidez y energía. Luego, la mano encima del hombro, el cigarrillo en los labios, y siempre el interrumpido intercambio de opiniones, acuerdos desacuerdos, también insólitas coincidencias. Otra vez volvían a detenerse para continuar dialogando.
Tanto caminaron, que uno de ellos comento:
Creo, creo que hemos ido más allá de la parte construida del puente, a lo que el otro objeto ¿Quieres decir que estamos en pleno vacío, y que crees que hemos hecho durante todo este tiempo de diálogo?¿Pero acaso hemos hablado de Newton; no verdad? Hablaremos de el cuando lleguemos al final. No te preocupes y sigue caminando.
Y así siguieron, hablando sin paréntesis, sin límites. Fuera de todo agotamiento.
Fumaban incesantemente, deteniéndose para hablar cara a cara. Después la mano en el hombro y vuelta a conversar.
Atrás quedo el puente, también el vacío. Mientras, los dos conversadores continuaron cambiando impresiones, hasta perderse en la distancia
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